«¿Qué seduce de la Madre Cándida? ¿Qué sigue teniendo sentido hoy? ¿Qué nos puede abrir horizontes?». Son preguntas que nos hace Beatriz Neff, en su charla sobre el Rosarillo. «A mí me salen unas cuantas palabras Casa, faro, cartas, corazón y mujer». Así nos invita a reflexionar sobre la Madre Cándida como «casa».
CASA
Juana Josefa es casa, es hogar, es refugio, es acogida, es apertura y mesa compartida, sobre todo para los más pobres.
Pero vamos a hacer un recorrido por su propia casa, por Berrozpe. Llegó a ser casa de vecinos, tras una larga evolución: de casa torre, de defensa, pasó a ser palacio, después fue caserío y finalmente casa de vecinos.
A veces en nuestra vida pasamos, al menos yo he pasado, por épocas de ser “casas torre”, de defensa, o incluso de ataque; épocas en las que nos vemos luchando frente a todo y frente a todos, o épocas en las que creemos que de “LUCHAR por la justicia” lo importante es mi lucha, nuestra lucha, no la JUSTICIA. Y podemos hacernos hacemos beligerantes, intransigentes…y lo vestimos de lucha por el Reino, pero aún no hemos entendido nada.
Otras veces somos “palacio”, nos acomodamos en nuestra vida, nos asentamos, vamos consiguiendo cotas de comodidad para poder alcanzar algo en la vida, éxito, o vamos creyéndonos que lo que siempre se ha hecho así está bien, porque alguna vez lo estuvo y no se tiene que cambiar y creemos que es una cuestión de madurez, pero nos equivocamos, porque es una cuestión de tentación del mal espíritu.
En otras ocasiones nos convertimos en “caserío”, lugar de trabajo, pero quizá también de activismos, tiempos en los que nos llenamos de actividades y el estrés nos inunda y la ansiedad nos hace no vivir de verdad y perdemos el horizonte, aquello que nos hace levantarnos cada mañana recibiendo la vida como regalo y vamos con el ceño fruncido y no nos damos cuenta de ello.
Pero también hay veces en las que conseguimos ser “casa de vecinos”, de relación, de compartir, de estrechar lazos. Somos familia porque nos reconciliamos con nosotras mismas, con la tierra, con Dios y hacemos espacio dentro, espacio de gratuidad, espacio de vida. Nos permitimos ser útero, espacio sagrado de vida para ser transitado por el Dios que gesta la misma vida.
Juana Josefa nos invita a ser esto último: casa de vecinos, sencilla, de relación, de ayuda. Casa en la que todos caben; ricos y pobres, pero sobre todo pobres. Ella no es casa porque sea buena, o porque se lo proponga, sino porque mira y ve que no tienen hogar, ni lugar y lo tiene claro: “donde no hay sitio para los pobres no hay sitio para mí”.