Este título se me ocurrió al terminar de presenciar el encuentro sobre las Perlas escondidas en las cartas de nuestra Fundadora. Es lo mismo que decir, un encuentro de familia, un rato agradable, en conexión con tantas hermanas y laicos en diversos puntos del mundo.
Esa familia amplia que vibra en torno a las cosas que nos dice Cándida María de Jesús en sus cartas y que Antonio Grau ha ido desgranando a lo largo de muchos años y poniéndolas a disposición cada semana en el mundo digital. Fue presentado por Rosa Espinosa, superiora provincial de España-Italia, quien hizo un bonito pórtico de entrada y nos abrió las ganas de escuchar lo que ha supuesto para el autor este trabajo que ya va a ver su tercer tomo.
Su experiencia personal, familiar, profesional -muchos años dirigiendo el colegio de Murcia- se ha ido entretejiendo con esta búsqueda honda, cotidiana, de muchos días y muchas noches, de las perlas escondidas, que a veces provocaban inspiración fácil y rápida y otras veces huía y no dejaba calma para escribir y volcar vivencias.
Tanto Cándida María de Jesús como Antonio Grau podemos decir que escriben al hilo de la vida, a la escucha de lo que va sucediendo, todo mezclado, sin que sean obras académicas sino muy vivenciales, al aire del Espíritu que aletea y que se percibe con susurros muchas veces, apenas perceptibles y otras veces son una voz fuerte que clama e interpela.
Fue muy agradable su exposición y después también las preguntas y comentarios que fueron surgiendo; Graciela Francovig, superiora general, agradeció este encuentro de la gran familia de M. Cándida y luego como en una charla espontánea, fuimos escuchando preguntas y respuestas.
Nuestra Fundadora se sentía instrumento de Dios desde el Rosarillo. Ella escribe mucho, comunica, tal y como era, no se esconde ni se encoge. Era clara, se hacía entender. Para este Año Jubilar nos deja agradecimiento y contagiar carisma. Para los educadores, que no nos olvidemos de hablar a los alumnos de Jesús, buenos profesionales, que los queramos mucho, pero sin olvidar que hoy no mucha gente habla de Dios. Hoy nos diría que nos cuidemos para poder cuidar a otros… y no faltó la mención a San José en este año dedicado: acompañante de Jesús y de María, lo definía Antonio.
El tiempo pasó volando, se nos hizo corto pero nos crecieron las ganas de seguir leyendo las Perlas; seguramente esta actividad con motivo de la preparación para los 150 años nos ayudó a entrar cada vez más por dentro en la riqueza de nuestro carisma, como familia amplia, y a conservar en el cofre del corazón aquella perla que ocupe un lugar especial para cada persona.
¡Gracias, Rosa Espinosa y Antonio Grau, por esta tarde regalada!
María Luisa Berzosa fi – Roma
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