Queridas Hijas de Jesús,
Celebráis 150 años de alegría, de gozo, de entrega, generosidad, cercanía… Y sólo me brota del corazón en estos momentos deciros: GRACIAS.
Gracias porque a finales de los años 60 y principios de los 70 en el colegio Sagrada Familia de Valladolid se hizo realidad en mí la frase de la Madre Cándida: “Mi mayor gozo es que vengan niñas a nuestros colegios para que reciban una educación cristiana». Primero en la Finca y después en Fray Luis de León me encontré con religiosas que me inculcaron los valores de Nuestra Fundadora: sencillez, cercanía, confianza, alegría, atención personalizada…
La vida de esta Gran Mujer siempre me ha interrogado e interpelado. Me impresiona cómo una mujer vasca, sin estudios ni conocimientos del castellano, pudo fundar una Congregación “para la Educación católica de los pueblos”.
¡Qué grande tuvo que ser la Fuerza que recibió delante del altar del Rosarillo y qué enorme su Confianza en el Señor!
Gracias porque en los años 80, concluidos mis estudios universitarios, me llamáis para dar clases en el colegio Stella Maris de Almería. Gracias a tantas Hijas de Jesús que en esos años me han acompañado, formado, ayudado… a crecer profesional y, sobre todo, espiritualmente.
Pasan los años y tengo que seguir dando gracias puesto que soy feliz dando clases a mis alumnos, formándoles en contenidos, pero también como personas y con el “Método más alegre” como nos pedía Santa Cándida. He compartido muchas celebraciones (Beatificación, Canonización…) con mis compañeros, muchos momentos inolvidables, muchos cursillos, mucha formación… y también algunas penas.
Gracias porque en los años 90, después de mucho madurarlo y de hacer otros tipos de voluntariado, me dais la oportunidad de pasar dos veranos de mi vida en República Dominicana, concretamente en Cotuí. Y allí, viviendo en familia, descubrí la felicidad de disfrutar de la Vida sin apenas tener nada. El compartir con las mujeres de los campos, la cercanía de los profesores, la alegría de la gente dominicana poco a poco (“chin a chin”), como dicen ellos, van conquistando mi corazón y haciendo realidad otra frase de la Fundadora: “Donde no hay sitio para mis pobres, tampoco lo hay para mí”
Nunca olvidaré a las religiosas que allí conocí por su entrega, su generosidad, su empatía…
Gracias a esta experiencia estival cambió totalmente mi forma de ver la VIDA. Y, gracias a esta experiencia, hoy formo parte de FASFI.
Y justo el año en el que comenzamos la celebración de estos 150 años de la Fundación de las Hijas de Jesús, me llega la hora de jubilarme, de gozar, de seguir haciendo vivo en mi vida el Carisma de la Madre Cándida.
Si es de bien nacidos ser agradecidos yo quiero agradecer profundamente a tantas religiosas que, desde aquel 8 de diciembre de 1871 en la Clerecía de Salamanca hasta hoy, se siguen entregando de diferentes maneras a hacer un mundo más justo, más humano, más fraterno, más integrador, más solidario…
¡GRACIAS, Hijas de Jesús!
Ana Cáceres