Íñigo López de Recalde era hijo de una familia noble. Nació en el caserío de Loyola, entre los pequeños pueblos vascos de Azcoitia y Azpeitia, en 1491. A los 15 años entró al servicio de los reyes de Castilla, siendo un buen diplomático y militar. En mayo de 1521, mientras defendía la ciudad de Pamplona, fue herido gravemente en una pierna. Durante su recuperación, y a raíz de unas lecturas, optó por un cambio radical en su vida e inició un peregrinaje a Jerusalén.
De camino, pasó por el Monasterio de Montserrat y el 25 de marzo de 1522 bajó a Manresa, donde vivió once meses decisivos en su transformación espiritual. La estancia de San Ignacio en Manresa -mucho más larga de lo que estaba previsto- tiene una gran relevancia en la biografía y la obra del Santo. Según relata él mismo, fue en esta ciudad donde tuvo las experiencias místicas y espirituales que le inspiraron en la redacción de su obra principal, los Ejercicios Espirituales, un método de búsqueda de la voluntad de Dios, una ayuda para orientar la propia vida según Dios: «en todo servir y amar».